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En casa, para miles

RECETAS FÁCILES Y CON EL ENTRAÑABLE SELLO DE LO CASERO. ESA PARECE SER LA CLAVE DE ESTAS TRES PERSONALIDADES QUE DESDE LAS REDES SOCIALES LOGRARON REPLICAR PARA UN ENORME NÚMERO DE USUARIOS EL DESAFÍO DE COCINAR RICO Y VARIADO EN EL HOGAR.


Para Paulina G. Roca (nombre artístico, se aclara), Víctor Manuel García y Maxi Kupferman, las cosas arrancaron de manera diferente, aunque los tres apuntaron a un mismo objetivo: hacer de una actividad placentera –cocinar– un modo de vida.

La primera, con su exitosísimo canal de YouTube Paulina Cocina (al cierre de esta nota, anda por el millón seiscientos mil suscriptores, con una receta en particular –medialunas de manteca– superando los 4 millones de vistas); el segundo, un venezolano simpático y siempre sonriente que bajo el nombre de El Gordo Cocina llegó a los 630 mil seguidores en Insta- gram y 69 mil en Facebook, además de los más de 2 mil logrados en su flamante canal de You Tube; y el tercero, un publicista que entendió que las horas que dedicaba a idear y preparar la comida de su hijita, Olivia, eran mejor vehículo para canalizar sus estudios de gastronomía que una cocina profesional. De ahí a abrir la cuenta de Instagram Papá Cocina –a la fecha, con casi 77 mil seguidores– hubo solo un paso. El trío es apenas una muestra de una actividad febril, diseminada en el mundo virtual de aquí, allá y todas partes y con ramificaciones en otros medios de comunicación (Paulina y El Gordo ya tienen sus libros publicados y éste último es un asiduo concurrente a Cocineros argentinos, en la TV Pública).

Pero hay de todo, claro, desde cocineros de elite que enseñan los platos más difíciles y sofisticados hasta exponentes como Paulina, El Gordo y Papá, que hacen más simple la vida de quienes día a día tienen que enfrentarse con el desafío de la olla en blanco.

Cuando empecé, hace como 10 años, lo hacía para divertirme y pasarla bien. No había absoluta- mente nadie que lo hiciera. No estudié gastronomía, soy socióloga, pero aprendí desde chica a cocinar porque vengo de familia italiana”, dice Paulina, que en esto de bucear en los orígenes insiste en atribuirle bastante influencia a la acción de lo fortuito. En eso coincide con El Gordo: “Nunca fue mi objetivo cocinar para miles –explica el hombre–. Siempre me interesó la cocina y siempre estuve metido allí porque básicamente me encanta comer. Por eso siempre fui, entre mis amigos, el que cocinaba en las reuniones. En un momento me pinchan y me dicen: ‘Che, abrite una cuenta así le contás a la gente lo que hacés’. No estudié gastronomía, aprendí mirando y cocinando”. Papá Cocina fue por otro camino: “Cuan- do Olivia empezó a comer más sólido me encontré con un montón de cuentas en Instagram de cocina para bebés; pero veía que no había papás cocinando y que las cuentas eran aspiracionales (con recetas caras o complicadas). Así que Papá Cocina nació como un encuentro de cosas que me interpelan: la cocina, la publicidad y la paternidad”.

La clave del éxito básicamente está, coinciden los tres, en la simpleza y cercanía de sus propuestas gastronómicas. A su turno, Papá Cocina dice que se dio cuenta muy rápido de que la gente se estaba cansan- do de lo aspiracional y apuntando más a lo real. “En mi cuenta tengo recetas que se pueden hacer en un rato, con productos que se pueden conseguir en el súper o la dietética. Desde el principio fue una cuenta súper franca, sencilla, no pretenciosa, y la gente eso me lo valora mucho; también la parte de no caretear cuando a mi hija no le gusta algo, cosa que también voy contando porque es una forma de decir que los chicos no son perfectos. También está lo bueno: ¿por qué le gustó lo que le hice? ¿Por qué lo comió? Todo eso tiene muy buena llegada”. El Gordo también confía en la simple: “Creo que lo que más le gusta a la gente es que las recetas sean fáciles, con pocos ingredientes y en preparaciones que cualquiera quiere hacer –se explaya–. De he- cho, fue una de las cosas que más tuvimos en cuenta para el libro.

Queríamos que la gente utilizara ingredientes de uso común en la cocina, que cualquiera los tuviera y que además los pudiera utilizar de la mejor manera. También, por supuesto, suma la forma de presentarlas y el poder hablarle directamente al público. Sobre todo porque con las redes sociales lográs un feedback que para mí hoy no lo tenés en ningún otro lado: la respuesta es real, honesta y absolutamente instantánea”. Paulina, en cambio, estudiosa del fenómeno como es, apuesta un poco más al misterio y a un dato que también es insoslayable: estas personas –gracias a su cantidad de seguido- res– son tentadas por las marcas y por los medios audiovisuales, lo cual plantea la pregunta de si quienes traccionan el suceso son ellos o sus recetas. “Me parece que es una mezcla de todo, que no es una sola cosa –teoriza–. En mi caso, creo que tiene más que ver con las recetas y con lo que la gente en- cuentra de práctico en lo que hago que conmigo. No es que piense que no tengo nada que ver, pero digo: si yo no estuviese en esos videos, ¿funcionarían? Y creo que sí. Invirtiendo la pregunta: si estuviese yo, y no mis recetas, ¿funcionaría? Y no sé, no estoy tan segura. Cuando he hecho videos geniales con malas recetas no funcionaron, así que ahí tenemos una prueba.” 

 

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