Los miles de kilómetros de distancia que existen entre cualquier ciudad de los Estados Unidos y el barrio porteño de Palermo pueden reducirse a una jarra de limonada. Allí, en el verano los niños preparan sus versiones caseras para vender en la vereda; aquí, restaurantes y bares hace tiempo la ofrecen como alternativa sana a gaseosas o cerveza, siempre con el toque cool que otorgan agregados como menta y/o jengibre.
Por supuesto que una mezcla tan elemental como la de agua y limón tiene raíces muy atrás en el tiempo. Más precisamente en el Antiguo Egipto, alrededor del siglo X a.C. A lo largo de los años el recorrido de la preparación incluyó a los pueblos árabes del siglo XIII, la España Medieval, los vendedores ambulantes (“limonadiers”) que fatigaban las calles francesas del mil setecientos y la mismísima Casa Blanca, en 1870. En Argentina también es furor: en 2011 los 5750 litros que se prepararon en el marco de la Fiesta Nacional del Limón fueron directo al Libro Guinness de los Récords.
INGREDIENTES:
2 limones
1 l de agua
1 ramito de menta fresca
Jengibre fresco, c/n
Hielo, c/n
Azúcar o edulcorante, c/n
PREPARACIÓN:
1. Cortar 2 limones al medio. Exprimirlos. Reservar.
2. Rallar el jengibre fresco con rallador de queso normal o pelapapas. Cuidar la cantidad ya que su sabor es intenso.
3. Lavar la menta. Quitarle los tallos y utilizar únicamente las hojas.
4. En una licuadora colocar el agua, el jugo de los limones, el jengibre rallado, las hojas de menta y los cubos de hielo. Agregar el azúcar o edulcorante a gusto.
5. Licuar el contenido durante algunos segundos hasta que el hielo y la menta estén triturados. Servir.