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Vamos a vivir un día de campo

Acompañanos a hacer un recorrido por diferentes establecimientos ganaderos que se trasformaron en exitosos hoteles de campo.


Quien no conoce la llanura pampeana se sorprende de sus horizontes eternos, de sus enormes campos alfombrados de verde, de sus bosques y lagunas. Allí, en esa tierra sin ondulaciones, se esparce un puñado de estancias convertidas en modernos hoteles rurales donde el brillo y esplendor de una época se mantiene intacto.

Fue por los años 70 que comenzó a generarse en Argentina un turismo de estancias, pero la historia de estos verdaderos baluartes del campo nace muchísimos años antes, precisamente en el siglo XVI, durante la colonización española. En compensación por las labores y el desarraigo, los conquistadores y exploradores recibían en nombre de la Corona grandes cantidades de tierra. Denominadas “suertes”, podían ser suertes de “chacras” si eran utilizadas para la agricultura, o de “estancia” si se dedicaban a la ganadería. Una estancia tenía que tener, como mínimo, más de dos mil hectáreas, aunque algunas superaban las doscientas mil.

Las estancias más opulentas surgieron en el siglo XIX, solían tener un casco principal, generalmente una casona de estilo europeo destinada como vivienda de los dueños o “estancieros”, y otras construcciones oficiaban de vivienda de los trabajadores, peones y gauchos, caballerizas e inclusive, en muchas de ellas, una capilla propia.

Muchas de ellas llevan la firma y el estilo pictórico del consagrado arquitecto Alejandro Bustillo, quien apenas recibido pasó algunos años en el campo diseñando estas hermosas residencias rurales cuya abundancia concuerda con el contexto social y político de la época.

Otro nombre muy conectado con las estancias es el del paisajista francés Carlos Thays I (hay cuatro generaciones dedicadas al paisajismo): él construyó el parque de unas 38 estancias. Tenía un patrón de diseño: jardín de estilo francés, fuentes o lagos, esculturas y pérgolas. En algunas de ellas, llegó a plantar 240 especies de plantas. Con el paso de los años y el aumento del turismo rural, sus dueños se dieron cuenta de que esos cascos de estilo, más la posibilidad de conocer las tareas rurales y en algunos casos hasta la pesca y la caza en sus cotos, era un combo tentador para los visitantes y una buena fuente de ingreso.

Así comenzaron a ofrecer servicios de hotelería, o bien “días de campo”. Un buen asado, una lectura al lado de la chimenea y un paseo a caballo al atardecer para adentrarse en esos silenciosos paisajes de la llanura pampeana. Son buenos argumentos para huir del vértigo citadino.

Cinco estancias históricas de la provincia de Buenos Aires

La Candelaria, Lobos
Un romántico palacio de estilo francés construido por la familia Piñeiro, en 1894. El casco tiene 1200 m2 y un inmenso parque diseñado por Thays. Hay cabalgatas, paseos en sulky y cocina autóctona. Fiesta gaucha todos los sábados.

Villa María, Ezeiza
Celedonio Pereda hizo construir en 1927 un castillo de estilo Tudor-normando con planos del arquitecto Bustillo y materiales traídos de Europa. Tiene restaurante gourmet, salón privado, bar, cava de vinos, sala de habanos y billar.

La Rica, Chivilcoy
Declarada Monumento Histórico Nacional, data de 1851. Su primitivo dueño, Don Manuel López, alcalde y jefe militar de Luján, la obtuvo por derecho real. Tiene servicio all inclusive con bebidas sin alcohol y aceptan mascotas (pueden estar en el parque y la habitación de los dueños).

La Margarita, Tapalqué
Tiene 300 hectáreas con dos cascos principales que datan de fines de siglo XIX. Hay actividades típicas campestres y excursiones a una histórica pulpería y al monasterio local.

El Sosiego, Arrecifes
Un antiguo haras convertido en hotel de campo ideal para grupos familiares, con 6 suites (dobles/triples/cuádruples/quíntuples). Piscina, quincho y comedor, salón de estar y 5 hectáreas de parque. Se pueden visitar la granja y la huerta, pasear en bicicleta, a caballo y en carruaje y pescar en la laguna.


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