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De pasta somos

Al dente o bien cocida, con salsa o aceite, con mucho o poco queso rallado. Hay tantas maneras de comerla como variedades existen. En el mes del día mundial de la pasta , un repaso por el pasado y por el presente de un plato emblemático.


El 25 de octubre de 1995 se celebró el Congreso Mundial de la Pasta en Roma (¿dónde si no?) y quedó marcado en el calendario para la posteridad. La idea fue de fabricantes de pasta de varios países y a 23 años de sucedido casi no necesita explicación: pocos platos son tan emblemáticos y característicos de un país (Italia) y a la vez se han hecho universales a fuerza de ser consumidos a diario en cientos de millones de restaurantes y hogares. Un misterio que se amplía al conocer sus componentes: harina, agua, huevos, aceite, sal. Así de simple.

La pasta se consolidó en el siglo XX como ingrediente principal de la cocina italiana, pero sus orígenes datan de muchos siglos antes. Sobran teorías como tipos de pastas hay.Durante mucho tiempo se aseguró que fue Marco Polo, el viajero veneciano, quien la introdujo en Italia después de su travesía en China a mediados del siglo XIII. Pero así como está claro que los chinos comían fideos miles de años antes que los italianos, no lo está tanto que el famoso mercader haya sido quien los llevó a la Península. Es más, ni siquiera está absolutamente documentado que hiciese las travesías que relata en su célebre Los viajes de Marco Polo. Claro que eso es, justamente, harina de otro costal.

El camino que la pasta hizo hasta nuestros días y a lo largo de cientos y cientos de años está jalonado por un sinfín de datos provenientes de numerosas investigaciones. Algunas hablan de antiguas civilizaciones etruscas que fabricaban pasta moliendo cereales y granos; otras aseguran que cuando los griegos fundaron Nápoles adoptaron un plato hecho por los nativos, compuesto por harina de cebada y agua, que luego secaban al sol. Están también las que se van aún más atrás en el tiempo y refieren a los romanos, que supuestamente desarrollaron instrumentos, herramientas y procedimientos para fabricar la pasta para lasaña a la que era afecto Cicerón.

En la concurrencia de esta última preparación coinciden varios: es tan nombrada que puede aparecer tanto en un códice del siglo XIII –a resguardo en la Universidad de Bolonia– como en el archiconocido y aún más lejano en el tiempo Del arte culinario, de Apicio, acaso el primer libro de gastronomía de la historia. Detengamos un poco la máquina del tiempo –ya la volveremos a poner en marcha– y vayamos a lo práctico.

Hay cuatro tipos de pasta: rellena, artesanal, seca y laminada. Y cuatro pasos básicos a cumplir cuando de hacerla en casa se trata: amasado, descanso, estirado y cocción. De ahí en adelante todo va en gusto del comensal: el tipo de salsa que elija para acompañarla, el punto de cocción, la saciedad medida en el volumen de comida con que llene el plato, la cantidad de queso rallado con que lo corone.

Hacerla en casa se trata: amasado, descanso, estirado y cocción. De ahí en adelante todo va en gusto del comensal: el tipo de salsa que elija para acompañarla, el punto de cocción, la saciedad medida en el volumen de comida con que llene el plato, la cantidad de queso rallado con que lo corone.

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