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Alfredo Ardiles: el botero de los campeones

Es uno de los boteros más reconocidos del país, un oficio casi en extinción. Confecciona a medida botas criollas y es muy solicitado por los famosos. De General Alvear para el mundo valorizando las tradiciones. 


La bota es una pieza fundamental para un hombre de campo. Son cómodas para trabajar, elegantes para un desfile gaucho, abrigan y conforman una pieza fundamental del atuendo gauchesco. En General Alvear, centro geográfico de la provincia de Buenos Aires, vive un botero con 50 años de oficio que ha ganado popularidad por vestir a varios famosos. 

Se trata de Don Alfredo Ardiles, quien dedica su vida a fabricar botas criollas artesanales. “A la vuelta de mi casa vivía José Ramos, un artesano portugués; él me enseñó este oficio”, comienza la charla. “Yo tenía 10 u 11 años y pasaba por su taller a buscar cuero para la gomera. Y cada vez que iba me sentaba un ratito a ver cómo se hacían las botas. Hasta que un día le pregunté si podía enseñarme, y empecé jugando”.

Esta singular actividad lo atrapó por completo desde chico. Cuando estaba en tercer año del secundario enfrentó a su papá decidido a dejar el colegio secundario. “Si no se estudia, se trabaja”, le dijo; e inmediatamente se incorporó en el equipo de Ramos, con quien aprendió a confeccionar botas y zapatos. 

Hoy Ardiles es reconocido en todas las fiestas gauchas por ser uno de los mejores boteros argentinos. Su taller se llama “La Herradura”, cuyo nombre surgió hace unos años en la Fiesta Nacional del Caballo. “‘Si el zapato del caballo es la herradura, ahí tiene el nombre para sus botas’, me dijo Don Néstor Ciparelli, el organizador de la jineteada”.

Un camino de lucha

Alfredo tenía en claro que para desarrollar este oficio tenía que producir de la misma manera que lo hacía Don Ramos. “La bota es toda cosida a mano, la única parte que lleva clavos es en el taco; por eso no pesa casi nada”, revela. “Las punteras de suela, el contrafuerte de suela, pegamos con engrudo de mandioca, para que la bota se estilice y no se quiebre; y usamos cueros vegetales de primera línea”, agrega.

“He desarmado botas de mi patrón que tenían 50 años, y eso me da mucha emoción… y eso es porque uno lo siente con el corazón el oficio. Yo pongo lo mejor para que esa bota se recupere y salga de vuelta, que mi patrón salga pisando”.

Alfredo tiene mil anécdotas para contar. Pero una lo llena de orgullo. “El primer par de botas para un famoso me las pidió Juan Martín “Látigo” Coggi, cuando salió campeón mundial. Vino exclusivamente a Alvear a hacerse las botas. Después vinieron otros”.

Fue bautizado como “el botero de los campeones” por el payador Nicolás Membriani en el Festival de Jesús María, cuando comenzó a hacer las botas a los ganadores del concurso. Hoy Don Alfredo tiene como clientes a reconocidas figuras, desde el “Chaqueño” Palavecino, Paquito Ocaño, hasta jugadores de fútbol como Enzo Díaz.

La Herradura hoy

“La Argentina tuvo tantos artesanos y hoy quedamos pocos”, dice Alfredo. Es que los tiempos en esta tradición son lentos. Un par de botas lleva 3 días de confección. Se toma la horma, se hace el molde de la caña, se pega el forro, y todo el proceso sucede con sus manos mágicas. 

Por mes Alfredo fabrica unos 15 pares de botas; todos por encargue y customizadas. El trabajo es 100% artesanal. El modelo es bota criolla, que “tiene una personalidad propia, porque la entrada queda justa al pie y la pantorrilla también; todas tienen dobladillo; y desde hace unos 3 años fabricamos también alpargatas”, dice. 

Su deseo es que este oficio no se termine, por eso le complace tener gente a quien enseñarle. Sus días en el taller los comparte con su hijo Carlos Enrique y otro artesano, Carlos Ávila. En ellos Don Alfredo deposita todos sus saberes del oficio para que continúen este legado. “El entusiasmo es fundamental. Es un oficio que dura toda la vida; hay cosas que uno tiene que transmitirlas y hacerlas llegar para que siga. Pero si no hay una vocación, no sirve”. 

Por Silvina Baldino

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