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Tierras con cuerpo y alma

Los vinos argentinos nacen de lugares extraordinarios, tan bellos en sus paisajes como diversos en la composición de sus suelos. 


Por: Alejandro Iglesias.

El Valle de Uco se ha convertido en una región clave de la vitivinicultura argentina. Bendecidos por el clima frío de montaña, sus viñedos permiten obtener frutos para la producción de vinos complejos, frescos y elegantes.

Además, la composición heterogénea de sus suelos permite producir vinos de diferentes estilos de acuerdo a la ubicación de las viñas. Con un estilo muy singular de Malbec y algunos blancos excepcionales, este valle se proyecta como el gran terroir argentino.

Bodega Salentein inauguró esta región, donde la vitivinicultura se desarrolla por encima de los 1000 metros de altura, con una moderna bodega que además alberga un museo de arte y un área turística que todo el que llega a Mendoza debe visitar.

En cambio, Luján de Cuyo es la región más tradicional del vino mendocino. Su clima cálido y seco y los suelos de arcilla, limo y piedra dan vida a ejemplares clásicos, entre los que se lucen los Malbec de perfil frutal y voluminoso. Lagarde es una bodega ícono de la zona que impulsa la puesta en valor de los viñedos históricos. Para esto, Juan Roby, su enólogo, elabora Primeras Viñas Malbec, tinto elaborado a partir de un viñedo centenario de Mayor Drummond. Además de sus vinos, Lagarde ofrece un exquisito restaurante, Fogón, donde la especialidad son los platos regionales a las llamas.

Es una de las provincias más importantes de la vitivinicultura argentina. Al transitar sus caminos, el turista  encontrará diversas bodegas que son testimonio de la importancia de esta industria para la región cuyana. Una de ellas es Callia.

Ubicada a solo treinta minutos en auto desde la capital, invita al turista a descubrir el backstage de los vinos que aggiornaron la imagen de San Juan durante la última década. Sus instalaciones, que combinan modernidad y tradición, se integran de forma armónica al paisaje cuyano. Puede visitarse solo con reserva previa e incluye además del recorrido la degustación de sus vinos.

Claro que si lo que se busca es ir a las raíces, es imprescindible pasar por Graffigna. Fundada en 1870 por Santiago Graffigna, esta bodega es una de las más tradicionales y antiguas del país. Sus vinos expresan el legado innovador de su fundador. Ubicado en la capital sanjuanina, su edificio es patrimonio provincial y en su interior alberga el Museo S. Graffigna. La visita incluye un recorrido por el museo y una degustación de sus vinos, reconocidos internacionalmente.

También en plena ciudad se encuentra La Guarda. El establecimiento de la familia Ciacera es uno de los favoritos de los turistas. Sus vinos de estilo moderno y cosmopolita representan la búsqueda de la identidad de los diferentes terroirs de la provincia. Ofrecen visitas para grupos y cuentan con sala de degustación y wine store. Un poco más al sur, en Media Agua, a 57 km de la capital, se encuentra Marale Wines, una de las bodegas más jóvenes de San Juan. Sus instalaciones ofrecen una estética moderna y minimalista. Con uvas de Valle de Pedernal,Zonda y Tulum, elaboran un amplio porfolio de vinos de alta gama. El visitante puede conocer instalaciones y viñedos y también disfrutar de un almuerzo en su restaurante o el confort de su hotel boutique.

En la Patagonia norte se encuentra el polo vitícola más joven del país, San Patricio del Chañar. Desarrollado a fines del siglo XX, este paño de viñedos representa el 1% de la vitivinicultura nacional. Su clima seco, ventoso y cálido se convirtió en la excusa para cultivar los Malbec, Cabernet Franc, Pinot Noir y Sauvignon Blanc que aportan diversidad a la oferta argentina. Pionera en la región, Bodega del Fin del Mundo propone un recorrido para descubrir los secretos de sus viñedos flanqueados por las bardas patagónicas, además de otras actividades lúdicas para el visitante.

La viticultura llegó a Patagonia a principios del siglo XX. Entre los visionarios que observaron el potencial de este oasis productivo se destacó Humberto Canale, quien inauguró su bodega en 1909.Aún en manos familiares, la bodega saca provecho del carácter patagónico, clima seco, de temperaturas moderadas y un hábitat natural, para producir excelentes Pinot Noir, Merlot y Semillón.Visitar Humberto Canale es realizar un viaje al pasado, ya que la bodega conserva la distribución las bodegas centenarias, viejos toneles y un museo con herramientas utilizadas durante los últimos cien años.

Con los viñedos más elevados del mundo, Salta ofrece un perfil de vinos briosos y expresivos. La clave de este estilo es el clima: extremo, con días calurosos y noches frías que permiten a las uvas concentrar aromas y sabores. Las cepas emblemáticas son Malbec para los tintos y Torrontés entre las blancas. Uvas que en Cafayate, pueblo emplazado a 1700 metros de altura entre montañas y cañadones, logran una expresión singular, muy fácil de identificar en copa.

Entre los productores que rinden culto a estas cepas y al savoir faire calchaquí se encuentra Piattelli, ubicada sobre el camino a Yacochuya, que regala una panorámica imponente de los valles desde su restaurante de cocina andina.

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