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EL CASCANUECES – LA MAGIA INTACTA

COMO TODOS LOS FINES DE AÑO, EL CLÁSICO BALLET CON MÚSICA DE TCHAIKOVSKY REGRESA A OCUPAR SU LUGAR COMO INDISCUTIBLE CLÁSICO NAVIDEÑO. UNA OBRA QUE NARRA LAS PERIPECIAS DE UNA NIÑA EN UN MUNDO DE FANTASÍA Y DONDE SUEÑO Y REALIDAD SE CONFUNDEN.

Los amantes del ballet y de la buena música tienen siempre un estímulo extra en Navidad: es época de El Cascanueces. El clásico ballet con música del compositor ruso Piotr Ilych Tchaikovsky y coreografía del francés Marius Petipa se representa a fines de diciembre en buena parte de los teatros más prestigiosos del mundo y siempre es un buen plan disfrutar en familia la mezcla de partitura inmortal y espectáculo dotado de elementos mágicos que pone en escena. Sin ir más lejos, esa magia volvió a encenderse el 1 de noviembre pasado con el estreno de El Cascanueces y los cuatro reinos, film de la factoría Disney que ofrece una nueva mirada a la célebre historia creada por el escritor alemán E. T. A. Hoffmann y adaptada por el galo Alexandre Dumas.

El libro original se llama El Cascanueces y el Rey de los Ratones y Hoffmann lo escribió en 1816. Años después vendría la adaptación de Dumas, que suprimió algunos pasajes y recortó otros, simplificando la trama. Cuando en 1891 el director de los Teatros Imperiales de la Rusia zarista Iván Vsevolozhsky le encargó el ballet a la dupla Tchaicovsky/Petipa, tuvo en cuenta la enorme popularidad que había alcanzado el binomio un año antes con La bella durmiente. También le solicitó una ópera al gran compositor, pero esa es otra historia. Petipa fue quien escogió la obra de Hoffmann/Dumas, decidió darle forma y duración (es un ballet en dos actos) y le entregó a su partenaire creativo instrucciones extremadamente detalladas de cada cuadro. El genio nacido en Votkinsk en 1840, uno de los melodistas más exquisitos de la historia de la música clásica, hizo el resto: una suite a la medida del cuento, plena de pasajes lúdicos y matices, diversa, majestuosa, romántica y aventurera, con motivos musicales que han trascendido a la obra y al paso de los años (“La danza del hada de azúcar”, “La danza de los mirlitones”, “El vals de las flores”, el emocionante pas de deux del final).ES LA OBRA INMEDIATAMENTE POSTERIOR A LA BELLA DURMIENTE, OTRA NOTABLE CREACIÓN DEL BINOMIO TCHAIKOVSKY/PETIPA.

El Cascanueces cuenta la historia de dos hermanos, Clara y Fritz, que el día de Navidad reciben regalos de manos de su tío y padrino de la niña, Drosselmeyer. A Clara el hombre le tiene reservado un objeto especial: un cascanueces de madera que su hermano, celoso, termina rompiendo. Drosselmeyer lo compone y el juguete queda junto al enorme árbol de Navidad de la sala. Cuando Clara se levanta a la madrugada para volver a contemplarlo, se queda dormida junto a él y todo cobra vida a su alrededor. En seguida aparecen el malvado Rey de los Ratones y su ejército, amenazándola. Pero entre Clara, Cascanueces y los soldados de juguete de Fritz, quien también participa del sueño de su hermana, derrotan al roedor. Luego Cascanueces se convierte en un hermoso príncipe y junto a la niña y su hermano emprenden un viaje hacia un bosque encantado para luego visitar diferentes reinos. El punto culminante de la travesía es el Reino de los Confites, donde todo acaba en una gran fiesta. En el final Clara se despierta y comprende que todo fue un sueño.

La obra fue estrenada el 17 de diciembre de 1892 en San Petersburgo y no tuvo la repercusión esperada. Recién en 1960 se estableció como un clásico de la temporada navideña. Lamentablemente Tchaikovsky falleció un año después de su estreno y jamás pudo saber que la suite se convertiría en una de sus partituras más famosas y versionadas. Una obra inmortal que, como la Navidad, regresa siempre.

 

AL COLÓN

Los días 18, 19, 20, 21, 22, 23, 26, 27, 28, 29 y 30 de diciembre, El Cascanueces regresa al Teatro Colón. Será en la versión de Rudolf Nureyev, estrenada en nuestro Primer Coliseo en 1971 por el propio bailarín ruso junto a Olga Ferri y Norma Fontenla. La reposición coreográfica está a cargo del francés Aleth Francillon, el director musical invitado es el platense Luis Gorelik, el diseño de escenografía y vestuario le pertenecen al recordado artista griego Nicholas Georgiadis y la iluminación es de Rubén Conde. Con participación del Coro de Niños del Teatro Colón, dirigido por César Bustamante.

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